27 de marzo de 2023

Espectáculos

Espectáculos. Fede dijo chau con variedad musical, empatía y confianza en que habrá más


Folclore, música urbana y pinceladas de jazz y rock en empático maridaje para la despedida de la temporada ‘22-’23 del parador cultural Lo de Fede, el sábado en el barrio Amado (Bolivia 649).





Ante una feligresía que no fue abundante en cantidad pero sí en cariño hacia la propuesta que lleva adelante por tercer verano consecutivo el músico Federiko Suárez con la ayuda de ‘Lula’ González Livio, que también es música y oficia de moza, ayudante de cocina y colaboradora general, Lo de Fede dijo chau con un menú de tres pasos: en principio, copó la escena Maia Acosta Trío, junto a los virtuosos y versátiles Franco Exertier en batería y Diego Abel Peris Gauna en bajo, para un setlist totalmente pletórico en novedades: el nuevo plan, aún en etapa embrionaria, es música instrumental con acento/deseo en la improvisación. Desde algunos esquemas y estructuras básicas el trío se lanza a la aventura, que con tripulante así, siempre resulta un viaje placentero para todo el que se suba a la embarcación con ansias de descubrir. Casi ninguna de las canciones tiene nombre, aunque alguna denominación provisoria ya hay: una se llama Hancock, porque está inspirada en el gran pianista y compositor del jazz; otra se titula Código postal o Cholo, ya que surgió de un hilván arrojado por un tal ‘Cholo’, baterista de Venado Tuerto amigo de su colega Exertier, a quien en plena pandemia y cuando el encuentro era veneno, envió la idea que originó este desarrollo (ya sabemos que Franquito es como Maradona, le tirás una pelotita y algún jueguito te arma).





El trío se lució, cada cual en lo suyo pero jugando en equipo como si se tratara de una ‘marianeta’. Para Maia, toda una novedad no incorporar su voz a sus composiciones, en este caso inficionadas por el folclore argento que siempre ha sido núcleo de lo suyo, pero también con ‘gotas’ de jazz, algunas pizcas de folclor rioplatense titilando por allí y, fundamentalmente, empapadas de libertad.





Bajando por el tobogán que lleva a la madrugada, podría afirmarse que a eso de las 23.15 ya estábamos debatiéndonos en el vórtice de una ‘noche tornillo’: es que al frío ahora se le incorporaba el viento, pero claro que las pizzas, las papas fritas y las birras que a todo vapor despachaba la cantina ayudaban a mitigar un clima cero amable, como para tranquilizar a aquelles que, tras semejante derrotero de olas de calor, inaudito en nuestra historia, llegaron a dudar de que este año fuésemos a tener invierno, siquiera otoño. 









En la continuidad de lo programado en el cómodo y sensible patio de Fede, hizo su aparición en escena el anfitrión del reducto, Federiko Suárez, en voz y guitarra al comando del Fede Trío, colectivo que completan Hernán Moura, en bajo y voz, y ‘Lula’ González Livio, en teclado y voz. La banda tocó básicamente canciones de Fede, como Claro, El camino real y la bella Mute, de lo más inspirado que sonó en la noche. Música urbana con tintes rockeros es la propuesta, obras minimalistas en las que todo se ubica en función de lo más importante: la canción, en su caso creaturas nacidas, en general, de una práctica loopera. Mecharon el menú con un par de covers, como la ensoñada Durazno sangrando, de Spinetta, y La última prosa, de Lisandro Aristimuño, ese faro del nuevo rock en algún sentido heredero de Luis, con pátinas de una sofisticación que nunca te deja afuera.





El cierre fue con el regreso de Rafael Doorish, en su primer recital del año en Bolívar (este verano no lo vimos en el Me Encanta ni en ningún lado). El trovador urdampilletense, que tras recorrer México y Argentina está de regreso en su tierra natal (antes del show realizamos una entrevista con él, que publicaremos pronto aquí) se mandó con un set acústico en el galpón de Fede, casi a oscuras y en medio de una atmósfera que incentivó la empatía entre todes los que se amuchaban a resguardo del frío, gente que se conoce de cienmiles de patios artísticos y que a esa altura, cuando la fiesta expiraba, sentía a flor de piel la necesidad de agradecer a Fede por un año más, habida cuenta que esta temporada las bandas casi no tuvieron ‘hogar’ para tocar, y por ende dónde diantres disfrutarlas el público que las sigue, que podrá no ser una hemorragia de gente pero sí ‘ñates’ fieles como los mejores, y que merecen su ‘tajada’ igual cualquiera, incluso hasta los peores.





Rumor del viento, Molino, Nido (todas de su disco Molino) y algunas nuevas integraron el ‘plato’ servido por Rafa, regido por ese folclore melancólico que invita a mirar en lontananza, hacia la pampa como una interminable sábana que calma y promete. Entre las flamantes, Agur, que significa despedida en vasco (el cantante tiene sangre de la Vasconia por parte de su madre), y que está indudablemente teñida por el amor a sus queridos ausentes y en particular a su mamá, que partió hace dos años. El tema incluye algunas logradas líneas poéticas de su hermano y letrista Alejandro Doorish, como esa que avisa que ‘la memoria tiene mañas /que la parca no conoce’. (En cambio, la luminosamente triste Nido es una dedicatoria más explícita a la vieja. Para Molino la grabó junto a la cantante colombiana Marta Gómez, y contiene algunos delicados versos entiendo que elaborados por Ale: ‘Regresé /para decirte que /no olvides dormir; que soñar /también es vivir’. Casi una canción de cuna, indestructible de tan frágil.)





Punto final para una temporada más, entre abrazos, agradecimientos, copas en alto (o latas, ja), música infinita endulzando el aire (y amortiguando la trompada del frío) y el deseo/compromiso de que haya nuevas dosis de esta medicina, ya que frente a este panorama musical en la ciudad, cuando la curva de crecimiento de cantidad de bandas-público-lugares donde tocar parece haberse aplanado sin alcanzar la etapa del desarrollo, Lo de Fede se ha vuelto un sitio necesario, ese aguante que tanto gusta/representa al rock.





Chino Castro


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